EL PERRITO QUE REÍA

¿Se puede sobrevivir como escritor?

Nombre: El perrito que reia
Ubicación: Vanuatu

Me levanto con los ojos rojos.

martes, noviembre 01, 2005

Lee Fante, Viví Bandini Bamboocha

Arturo Bandini sabe como tratar a las palabras. Sabe como enfrentarse a una hoja en blanco.
Apenas llega al bar se sienta en la barra y observa todo lo que sucede alrededor.
Dos hombres se baten a duelo en una mesa de pool. Una chica vestida con jean, botas negras y campera de cuero los observa aburrida. Tiene una mancha púrpura en la frente que le rodea el ojo izquierdo.
Tres mujeres de cincuenta años aproximadamente están sentadas en la barra. Tienen la mirada perdida en la pared. Una de ellas fuma y del cigarrillo sale una fila de humo que se pierde en una de las luces.
La puerta del baño está semiabierta y el olor a pichi se confunde con el de la cerveza y la humedad.
Bandini pide un whisky y mira el reloj. Quedó en encontrarse con un reconocido escritor llamado John Fante a las 17.00 y el reloj marca las 17.30.
El cantinero se acerca y Bandini le pide un whisky escocés con poco hielo.
No hay mucho para hacer salvo esperar. El cantinero vuelve con un whisky escocés con mucho hielo.
Bandini toma dos cubitos con las manos y los tira hacia atrás de la barra adonde está la pileta. Cuando caen hacen tanto ruido que las mujeres de la barra se estremecen. Por un momento salen del sopor e inmediatamente, luego de un quejido, vuelven a perderse en la marea de alcohol y tabaco.
El cantinero se acerca y le deja un plato lleno de maníes. Algunos están blandos y otros quemados. Es como si los hubieran hecho en un horno que sólo calienta la mitad, un horno fallido, una parodia de la simetría.
La puerta del bar se abre y Bandini mira esperanzado. Quizás sea el gran escritor, John Fante, en persona. Sin embargo a través de un has de luz sólo divisa la pequeña figura de un chico que apenas alcanza los dieciocho años.
El chico se sienta al lado de Bandini y pide una Fanta.

- Hola, mi nombre es Dominic Molise, futura estrella de las grandes ligas – Dice y extiende su mano en dirección a Bandini.
- Hola, soy Arturo Bandini, aspirante a escritor – se presenta y le estrecha la mano.

El chico se muestra poco interesado ante la presencia de un aspirante a escritor, quiere hablar de pitchers y home runs. Lo saluda y recibe su Fanta en un aplacado estado de éxtasis.
Luego de tomar unos cuantos tragos, saca una pomada y comienza a pasársela por el brazo izquierdo.
La pomada apesta a pino con zorrino, y se confunde con el olor del pichí, la cerveza y la humedad.
Bandini piensa en el fin de la pureza. Prefiere no decir nada al respecto y sólo estornuda.

- ¿Diablos, qué es eso? – pregunta. – Apenas si me deja respirar.
- Estoy cuidando al Zurdo. Algún día El Zurdo será el brazo más valioso de las grandes ligas. Soy un gran lanzador, sabes. DiMaggio quedará reducido a escombros cuando me vean salir al campo de juego. Tengo talento y convicción. Y lo más importante, tengo fe, sabes, creo en el poder divino y la salvación, creo que el señor tiene un plan para mí, en breve me sacará de este barrio de albañiles y me llevará a una linda casa en las colinas, con un hermoso convertible y una linda mujer.

Mientras el chico le habla del brazo y de sueños imposibles, Bandini piensa en la mierda. Esa palabra le rebota una y otra vez adentro de la cabeza, como si fuera una de esas pelotitas de goma que jamás se detienen y que luego quedan perdidas en algún rincón de la casa.
Bandini tendría que estar hablando con Fante. Bandini debería estar conociendo al mejor escritor de todos los tiempos. No podía perder el tiempo, no podía consumir la tarde en un bar tan oscuro como las páginas de un libro cerrado, simplemente no podía.
Ese bar estaba lleno de frustración. Dominic, Bandini, los borrachos, el cantinero que lavaba las copas limpias una y otra vez, todos estaban ahí simplemente porque no tenían otro sitio mejor adonde ir. Era una tarde fría y oscura, una tarde vacía que se rinde fácilmente ante los primeros síntomas de oscuridad.
Fante no llegaba y Bandini comenzó a impacientarse. El chico no paraba de hablarle de El Zurdo y la monotonía lo estaba volviendo loco. Sacó el ejemplar de "El perrito que reía" de uno de los bolsillos del saco y comenzó a leerlo por centésima vez.
Cada vez que lo hacía se sentía todo un escritor. Si le habían publicado un cuento era porque tenía talento. Con ese as en la manga podía escribir una novela, y después, sí, tendría un lugar entre los grandes, entre la E de Esquilo y la G de Goethe.
El chico se acabó la fanta y pidió otra. Estaba contento porque faltaba poco para la llegada de la primavera y eso significaba el deshielo de los parques y la vuelta a los entrenamientos.
De pronto la puerta se abrió y de allí surgió una inconfundible figura. Era el mismísimo Hank Chinaski acercándose a la barra como si fuera un orangután. Apestaba a encierro y tenía la mirada puesta en el suelo.

- No te queremos más por aquí – lo amenazó el cantinero.
- Dame una cerveza – dijo Chinaski – ya es tarde y no me siento bien.
- No después de la última vez, tuvimos que cambiar los dos vidrios del frente.
Chinaski no dijo palabra y se quedó mirando al chico.
- ¿Y tú quién eres?
- Dominic Molise señor, ése es mi nombre, tengo 17 años y en breve estaré en las grandes ligas, sabe, tengo talento.
- Joder que eres feo, chico, eres tan feo que es como si me mirara al espejo.
Bandini lanzó una carcajada.
- ¿Y tú quién eres? – preguntó otra vez Chinaski, en esta ocasión hacia su derecha.
Arturo Bandini.
- ¡Maldición! – exclamó – Creo que me equivoqué de bar.
- Disculpe señor Chinaski, ¿conoce usted al escritor John Fante? - preguntó Bandini.
- Mmm… Fante… veamos… creo que… Fante, Fante… mmmm… No, no sé quién diablos es. ¡Malditos maricones!

Chinaski dio media vuelta y se lanzó hacia la calle refunfuñando y maldiciendo hacia los costados. Uno de los jugadores de pool se percató de ello y si no fuera por la chica de la mancha púrpura el altercado hubiera pasado a mayores.
Dominic se acabó la Fanta, dejó unas monedas sobre la barra y también se marchó.
Sin la luz del día, el bar estaba en penumbras. Sólo quedaba una de las mujeres y estaba completamente dormida, con la cabeza apoyada sobre su hombro y la boca abierta, babeante y temblorosa ante los graves ronquidos.
Bandini pidió otra cerveza, y luego otra, y otra, hasta que una espesa niebla entró al bar y lo confundió todo en un inmenso vaho onírico. Allí apereció John Fante, se acercó despacio y lo lanzó todo: "Eres un gran escritor, Bandini, quizás el mejor de todos los tiempos. Me gustaría haber sido como tú, no tener tantas presiones, vagar de pensión en pensión, alimentarme durante semanas con naranjas, bañarme también con los rayos de sol que bañan las colinas de Hollywood, enamorarme perdidamente de una moza mexicana, mandar a cagar a los grandes estudios, perderme durante meses en islas, entregarme a la pasión sin remordimientos, seguir mis instintos, ser más lanzado, adorar a una hermosa mujer, idolatrarla, venerarla como a una virgen para después arrinconarla en una esquina hasta obtener sus bragas como souvenir. Oh, Bandini, Arturo Bandini, eres un condenado macarroni, llevas la sangre del norte de italia, las pecas y las grandes orejas son tu marca de nacimiento. Tu padre no te valora lo suficiente, tú le tienes lástima por ser un fracasado, tu madre vive para tus hermanos. Oh, Bandini, mi pobre criatura, mi valiente Bandini, dale duro a las teclas, ya van a llegar las mañanas calmas, los días preciosos, las tardes de largas e interminables siestas acompañado de una mujer que valore tus talentos, los atardeceres de vino y habanos en las costas de California, las noches de ardiente pasión y duro trabajo. Oh, Bandini, las ráfagas de inspiración no son nada en comparación al dedicado trabajo, a la persistente búsqueda de la belleza, lo que tienes adentro puede salir al exterior a través de las palabras, ¡aduéñate de ellas, has que sigan tus pasos y luego tú síguelas a ellas, Oh poderoso Arturo Bandini… tú me has creado, tú me has hecho un gran escritor, todo esto te lo debo a ti…"
Apenas la niebla se desvaneció, Bandini se despertó en la pensión. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta ahí. Salió de la habitación, cruzó el pasillo y llegó hasta el baño. Allí se lavo la cara y la boca. Tomo grandes sorbos de agua. Luego vomitó y comenzó una vez más el ritual. Mojó su cara, se lavó la boca y tomó otros grandes sorbos de agua. Llegó hasta la habitación y se metió debajo de las sábanas. Tiritaba de frío. Era otra noche en algún lugar de Norteamérica, en la tierra de la libertad, donde los sueños se hacen realidad y todo es posible.
Mientras Bandini cerraba los ojos, Fante hacía lo mismo, llevándose consigo para siempre cientos de historias que jamás verían el reflejo de la luz en una página en blanco.

6 Comments:

Blogger El perrito que reia said...

maldito Spam, uno intenta escribir algo decente y vienen estos hijos de puta y te arruinan la poesía

11/01/2005 04:23:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Mmmmm, me siento un poco confundida...presionada y aturdida...mucho laburo, mucho para leer...Nechi, Fante, Adrián, Babasonicos...asado en la floresta...Bandini, Dominic...mil disulpas perrito mil...
No se que decir...más que: Feliz cumple beba! y espero verte esta noche y charlarlo tranqui...jej!!!

11/01/2005 04:41:00 p. m.  
Blogger ele said...

Los sueños no se hacen realidad.

11/02/2005 12:12:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

drink fanta, stay bamboocha

11/04/2005 05:08:00 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

No puede haber poesía si la palabra bamboocha está involucrada en el texto, no.

11/12/2005 01:05:00 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

¡Coño!, llego 8 años tarde, pero ¡enhorabuena!, tienes ritmo, estilo y sabes transmitir. Sigue dándole a las teclas...se nota que Fante y Bukowski custodian tus palabras

12/13/2013 07:55:00 p. m.  

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