La llave

Se refugiaba con un paraguas de una lluvia de insultos. Caían por doquier. Tapaban las alcantarillas y entraban a través de las pequeñas aberturas de las puertas y ventanas.
Buscó sin suerte las llaves en los bolsillos del saco. Probó en la cartera pero el resultado fue el mismo. Un montón de papeles viejos y cajas de chicles vacías.
Hacía mucho frío y le dolían las orejas. Primero se metió el puño cerrado en la boca. Después abrió la garganta y pasó la mano y el brazo por el esógafo hasta llegar a la boca del estómago. Ahí, entre los jugos gástricos, encontró la llave de emergencia, la misma que consumía todos los días con el desayuno, la misma que expulsaba todas las noches antes de irse a dormir.
Era la segunda vez que la usaría. La primera había ocurrido mucho tiempo atrás. Trataba de no recordarlo pero lo hacía al menos dos veces al día.
La limpió con un pañuelo y se dispuso a abrir la cerradura. Probó una vez, dos veces, tres veces. La puerta no abría.
Los insultos seguían cayendo y el paraguas apenas soportaba el viento.
Tocó timbre y por primera vez en su vida le pidió ayuda al vecino de arriba. La puerta se abrió justo cuando paró de llover.

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¿Quién se queda con mis palabras?

La vida es una serie de eventos evitables

Otra vez la indigestión de las palabras. La brea oculta en el camarín de una actriz devaluada y asediada por las deudas.
Otra vez el alquitrán en las venas de una medusa, el grito inmortal de las aves que no pueden volar, los recuerdos de cosas que nunca existieron.
Otra vez el flujo de oraciones en la dirección contraria. La estúpida premisa de ser y estar.
Otra vez el tímido lamento de un sabio en llamas. La mirada tierna de un monstruo dopado por el nauseabundo olor de su presa.
Otra vez el paradigma de lo esencial, la carga negativa en el polo opuesto, la explosión de músculos sanguinolientos.
Otra vez el final asediando el principio mientras en el medio sólo cabe el vacío.

Leer en voz alta.

¡Qué fácil que es desafiar al silencio!

¡Qué sencillo es corromper su esencia, sólo para contaminarlo de ruido y poesía!

Lo que nunca va a estar escrito en los libros de historia

Un día las flores se incendiaron y construyeron círculos de fuego sobre el océano.
Esa misma noche no hubo luna. Y al otro día, tampoco hubo mañana.

Interludio

Desaparecido el ejercicio de la razón, moléculas de indiferencia avanzan hacia el lado oscuro de la luna.
Un coyote ciego se refleja en el océano congelado. Mariposas con alas de fuego vuelan en círculos imitando la sombra de los buitres.
En el pulmón duermen las anguilas, y en el armario esperan las polillas.
Alguien descalzo atraviesa la puerta camino hacia el resplandor.
La trampa funcionó. Otro mártir se dirige hacia el supermercado.

La sabiduría duerme en las bibliotecas

El tiempo es una barra de hielo en manos del espacio.





El espacio es hierro caliente en manos del tiempo.