El maravilloso arte de crear falsas expectativas
Podría estar escribiendo desde los cielos anaranjados de Mercurio, desde la alfombra púrpura de Marte, desde el eterno ocaso de Saturno. Sin embargo estoy anclado en esta marea de mugre, en esta continua resaca de semen y tragedia.
Los espacios se achican, los tiempos se reducen, y la velocidad es todo lo que nos queda. Atravesamos la carretera en busca del final del camino sin detenernos a observar cómo las vacas saborean las olvidadas pasturas.
Tan sólo hay moho y desesperación. Los ríos dirigen su curso hacia el desierto. Las hojas de otoño caen fusiladas por francotiradores alados.
Mientras tanto, la televisión me ofrece el universo de las posibilidades rotas. Me seduce el vacío. Me atrapa el desencanto.
Hoy escribo desde las entrañas de un centauro atrapado en el barro. Pero al menos, consuelo mío, aún observo las estrellas.
Los espacios se achican, los tiempos se reducen, y la velocidad es todo lo que nos queda. Atravesamos la carretera en busca del final del camino sin detenernos a observar cómo las vacas saborean las olvidadas pasturas.
Tan sólo hay moho y desesperación. Los ríos dirigen su curso hacia el desierto. Las hojas de otoño caen fusiladas por francotiradores alados.
Mientras tanto, la televisión me ofrece el universo de las posibilidades rotas. Me seduce el vacío. Me atrapa el desencanto.
Hoy escribo desde las entrañas de un centauro atrapado en el barro. Pero al menos, consuelo mío, aún observo las estrellas.