El domingo 30 de abril la liga europea de basketball llegaba a su fin. Un equipo israelita, el Maccabi Tel Aviv se enfrentaba a uno Ruso, el CSK Moscu.
Israel estaba paralizado, toda la población estaba pendiente de la hazana (ganar el título por tercera vez consecutiva), salvo los rusos que viven en el Campo de Refugiados. Estos extranos seres, por momentos nauseabundos (sus hábitos de limpieza no son los mas apropiados para la civilización contemporánea) eligieron ver una comedia hollywoodense mediocre.
Esto no sería ningún problema si no fuera porque los rusos estaban instalados en el Mohadón, lugar de recreación donde se encuentra la única televisión del lugar.
En síntesis, la final me había sido negada.
No es que yo sea un fanático del Basketball pero estar en Israel el dia de la gran final era un hecho que no debía desaprovechar, no sólo en mi condición de pseudoperiodista, sino simplemente de curioso.
Decidimos con Adriana (otra uruguaya que participa de este suplicio disfrazado de plan de estudios) partir hacia otros edificios en busca de una senal sagrada que me conectara en vivo y en directo con el estadio de Praga, sitio neutral elegido por los altos dirigentes del baloncesto europeo para el tan esperado duelo.
Lo cierto es que tuvimos bastante suerte, porque camino al edificio de enfrente escuchamos gritos (sobre todo insultos) mezclados con el realto israeli y el bullicio procedente del estadio.
Ya no nos cabía duda alguna, nuestros vecinos de edificio (en su mayoría isarelitas) estaban mirando el partido.
Apenas entramos vimos un par de caras conocidas. Se trataba de otros israelies que comparten el edificio con nosotros, que tambien escaparon del frio invierno ruso y de sus calidos olores.
Lo primero que escuche fue a una de las israelitas que grito: "Martiiiiiiin!!!", y en ese mismo instante, como si hubiera sido un acto de magia, un sino fantástico, uno de los jugadores israelies embocó un triple que acortó la distancia de siete a cuatro puntos.
Maccabi estaba en juego nuevamente.
Entonces, sucedió lo inesperado. Todos los israelies comenzaron a repetir mi nombre en una especie de canto desafinado.
Martiiiiiin, Martiiiiiin, Martiiiiiiiin!!!!
Me senté a un costado y vi, como milagrosamente, los triples y dobles israelitas comenzaron a llegar. El partido se emparejó, incluso Maccabi paso adelante en el marcador (lo cual no debería haber sorprendido a nadie, ya que el cuadro israelí llegaba como gran favorito)
Mientras tanto, Birdman se encontraba en Tel Aviv, donde trabaja de mozo, en el vacío total.
El país estaba bajo una misma senal hipnótica, bajo el influjo de una bola de cristal naranja y de los colores azul y amarilllo. No era un buen dia para las propinas, especialmente si en el restoran no hay televisor.
El partido siguió, la lucha bajo las tablas era feroz, cada triple o doble israelita, era un canto hacia mi persona, todos gritaban mi nombre, Martiiiiiiin!!! Martiiiiiin!
Mi ego estaba exaltado, y aunque sabia que se trataba de una tonta cábala, no me importó demasiado, acepté el rito sin condiciones, me entregué al júbilo, y hasta me animé a maldecir en espanol cuando las cosas no salían bien (a los israelitas esto les parecía muy simpático)
Pero como siempre sucede, las cosas buenas, tarde o temprano, tienden a pudrirse de una manera u otra (nota del autor: acepto mi visión sobre la condición pesimista de la humanidad)Los jugadores de Maccabi comenzaron a fallar sin explicación alguna en las jugadas más simples. Los rusos crecieron. Se tornaron implacables desde la línea de tres y la distancia entre uno y otro equipo fue insuperable.
El último intento de Maccabi casi le da resultado, cuando a falta de 8 segundos, logró ponerse a tan sólo dos puntos. Sin embargo, los rusos tuvieron dos libres que no desaprovecharon y el partido llegó a su fin.
Lo último que recuerdo, entre la tristeza absoluta, las botellas vacias y un plato repleto de residuos de semillitas de girasol, es a uno de los israelies que, antes de salir del edificio, me dijo en hebreo: "qué pasó Martiiin, qué pasó!"
"Hice todo lo que pude" Le contesté. Pero a veces nunca es suficiente.. nunca es suficiente.