PARA PERDER EL TIEMPO (el misterio de la vida, otras cosas y la sabiduría de la masturbación)
A través de los años comprendí que la vida no es más que una completa pérdida de tiempo.
Supongo que tú, triunfador, pensarás lo contrario, y que mi pensamiento apenas es residuo del rencor producto del fracaso.
Pues bien, te lo repito ahora antes que sea demasiado tarde y te olvides de la primera frase de este panfleto barato: la vida es una completa pérdida del tiempo.
Optimistas del mundo lo verán desde otro punto de vista y se embanderarán con que cada día estás ganando vida, y que el tiempo se acumula en tus espaldas, pero eso es tan absurdo como decir que cuántos más años tienes más tiempo te queda de vida.
A esa falacia la llamo simplemente: ¡Puro miedo a enfrentar lo inevitable!
Nacemos arrastrados hacia la luz y terminamos six feet under en la oscuridad más absoluta.
¿Entonces, de qué se trata todo esto? Lo cierto es que nadie lo sabe con claridad. El fin de la vida ha sido analizado tanto por filósofos como por locos, prostitutas y borrachos.
Para los primeros el mundo es una hipótesis que no necesita respuesta. Son mejores las preguntas, porque sabemos que a menos que baje un extraterrestre y nos diga que todo esto es un experimento fallido de una civilización superior adicta al Valium, jamás sabremos la verdad aunque la tengamos enfrente.
Los locos, por su parte, saben algo que nosotros desconocemos, y es por eso que están locos. Por lo tanto, hacerle caso a un loco, es también ser loco, y ahí se termina la discusión si es que alguna vez la hubo.
Uno puede suponer que las prostitutas no se cuestionan su existencia. ¿Cómo preguntarse cuál es el fin de la vida con un pene golpeándoles la campanilla durante la mayor parte del día?
Eso es falso. Las prostitutas conocen mejor al hombre que cualquier mujer, y es en ese conocimiento que basan toda su visión del mundo, una filosofía de cuatro paredes, purgaciones y sábanas quemadas por cigarrillos.
En último lugar mencionaba a los borrachos. Son ellos en mi opinión quienes más se acercan a la verdad. Por eso se dedican a tomar y a olvidarse de todo el condenado asunto.
Como escribía en un principio, la vida no es más que una completa pérdida de tiempo. Eso es todo. Perdemos el tiempo y nada más. Podemos hacerlo solos o acompañados. Podemos hacerlo felices o en la tristeza más absoluta. En la calma o en la ansiedad. En el consuelo o en la angustia.
Si bien podemos vencer un par de rounds, la pelea está perdida hace rato.
Algunos ni siquiera logran escuchar la primera campana. Tiran la toalla o un poderoso upper cut los saca del ring. Los que saben bailar son los que más oportunidades tienen. Como Alí. Derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda. Derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda. O como Rocky en Rocky I: el tipo es un luchador y está feliz por haber aguantado los quince rounds luchando contra los dioses, representados por Apolo, un negro malo que después en Rocky II pierde y en Rocky III se hace bueno y en Rocky IV muere a manos de un ruso.
Eso dice mucho del mundo que nos toca vivir. Stalin hubiera estado orgulloso de esa película, y por supuesto de Ivan Drago. Claro que jamás le hubieran dejado ver el final. La película comenzaba y a los cinco minutos terminaba.
Ahí vemos claramente el error de los soviéticos. Jamás se vieron a si mismos como perdedores, y por eso perdieron.
Sólo alguien que está perdido puede encontrarse. El que cree que no lo necesita, simplemente es porque no se da cuenta lo perdido que está.
El problema está más que claro, el círculo se cierra y nadie comprende al otro. Todo sigue girando, y el tiempo se agota, cada tic tac te desvanece un poco más, se acumula en tu cerebro y juega con tu mente, te hace creer que todo avanza mientras en realidad retrocede.
Considero entonces que el derramamiento en vano de semen, llámese vulgarmente “masturbación” es para el hombre uno de los momentos más gloriosos en la pérdida vital de cada día. La “paja” es la representación exacta de todo este conflicto, es un encuentro mano a mano con la sabiduría. El hecho de que aún nadie se haya percatado de ello es tan simple como que una oruga se convierta en mariposa, sólo para vivir un día y morir arrastrada hacia una hoguera.
Supongo que tú, triunfador, pensarás lo contrario, y que mi pensamiento apenas es residuo del rencor producto del fracaso.
Pues bien, te lo repito ahora antes que sea demasiado tarde y te olvides de la primera frase de este panfleto barato: la vida es una completa pérdida del tiempo.
Optimistas del mundo lo verán desde otro punto de vista y se embanderarán con que cada día estás ganando vida, y que el tiempo se acumula en tus espaldas, pero eso es tan absurdo como decir que cuántos más años tienes más tiempo te queda de vida.
A esa falacia la llamo simplemente: ¡Puro miedo a enfrentar lo inevitable!
Nacemos arrastrados hacia la luz y terminamos six feet under en la oscuridad más absoluta.
¿Entonces, de qué se trata todo esto? Lo cierto es que nadie lo sabe con claridad. El fin de la vida ha sido analizado tanto por filósofos como por locos, prostitutas y borrachos.
Para los primeros el mundo es una hipótesis que no necesita respuesta. Son mejores las preguntas, porque sabemos que a menos que baje un extraterrestre y nos diga que todo esto es un experimento fallido de una civilización superior adicta al Valium, jamás sabremos la verdad aunque la tengamos enfrente.
Los locos, por su parte, saben algo que nosotros desconocemos, y es por eso que están locos. Por lo tanto, hacerle caso a un loco, es también ser loco, y ahí se termina la discusión si es que alguna vez la hubo.
Uno puede suponer que las prostitutas no se cuestionan su existencia. ¿Cómo preguntarse cuál es el fin de la vida con un pene golpeándoles la campanilla durante la mayor parte del día?
Eso es falso. Las prostitutas conocen mejor al hombre que cualquier mujer, y es en ese conocimiento que basan toda su visión del mundo, una filosofía de cuatro paredes, purgaciones y sábanas quemadas por cigarrillos.
En último lugar mencionaba a los borrachos. Son ellos en mi opinión quienes más se acercan a la verdad. Por eso se dedican a tomar y a olvidarse de todo el condenado asunto.
Como escribía en un principio, la vida no es más que una completa pérdida de tiempo. Eso es todo. Perdemos el tiempo y nada más. Podemos hacerlo solos o acompañados. Podemos hacerlo felices o en la tristeza más absoluta. En la calma o en la ansiedad. En el consuelo o en la angustia.
Si bien podemos vencer un par de rounds, la pelea está perdida hace rato.
Algunos ni siquiera logran escuchar la primera campana. Tiran la toalla o un poderoso upper cut los saca del ring. Los que saben bailar son los que más oportunidades tienen. Como Alí. Derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda. Derecha, izquierda, derecha, derecha, izquierda. O como Rocky en Rocky I: el tipo es un luchador y está feliz por haber aguantado los quince rounds luchando contra los dioses, representados por Apolo, un negro malo que después en Rocky II pierde y en Rocky III se hace bueno y en Rocky IV muere a manos de un ruso.
Eso dice mucho del mundo que nos toca vivir. Stalin hubiera estado orgulloso de esa película, y por supuesto de Ivan Drago. Claro que jamás le hubieran dejado ver el final. La película comenzaba y a los cinco minutos terminaba.
Ahí vemos claramente el error de los soviéticos. Jamás se vieron a si mismos como perdedores, y por eso perdieron.
Sólo alguien que está perdido puede encontrarse. El que cree que no lo necesita, simplemente es porque no se da cuenta lo perdido que está.
El problema está más que claro, el círculo se cierra y nadie comprende al otro. Todo sigue girando, y el tiempo se agota, cada tic tac te desvanece un poco más, se acumula en tu cerebro y juega con tu mente, te hace creer que todo avanza mientras en realidad retrocede.
Considero entonces que el derramamiento en vano de semen, llámese vulgarmente “masturbación” es para el hombre uno de los momentos más gloriosos en la pérdida vital de cada día. La “paja” es la representación exacta de todo este conflicto, es un encuentro mano a mano con la sabiduría. El hecho de que aún nadie se haya percatado de ello es tan simple como que una oruga se convierta en mariposa, sólo para vivir un día y morir arrastrada hacia una hoguera.