EL PERRITO QUE REÍA

¿Se puede sobrevivir como escritor?

Nombre: El perrito que reia
Ubicación: Vanuatu

Me levanto con los ojos rojos.

martes, noviembre 29, 2005

EL ALTAR DE LOS CONDENADOS

Suelo llegar tarde a los casamientos, pero jamás a un concierto de rock. No lo hago porque considero que es la máxima expresión religiosa a la que un ser humano pueda acceder antes de la muerte.
Sobre la tarima desfilan los sacerdotes. Sus alabanzas son reproducidas por miles de fieles. Los rezos automáticos se transforman en himnos. Y mientras todo eso sucede, sobrevuela el espíritu de una hermandad invisible en el aire.
El sábado 26 de noviembre, el rezo comenzaba a las 21:00. Todo estaba previsto para que el acto fuera grandioso. Los antecedentes eran óptimos y las reglas sencillas de seguir.
Había llegado a Buenos Aires con dos días de anticipación para llegar en perfectas condiciones al día más importante del año.
Peral Jam en Ferro. La banda que me había conmovido tanto en la adolescencia por fin llegaba a esta parte del mundo y yo estaba signado a ser testigo de la ocasión.
La tarde había sido por demás calurosa y la noche parecía no dar tregua. Estaba con Grulla, que había viajado ese mismo día desde Montevideo, Hernán, porteño de nacimiento y el señorito Ricardo, un amigo que hace un par de años vive en Buenos Aires.
Con Grulla, gran compañero de recitales, estábamos convencidos que teníamos que llegar al estadio alrededor de las 19:00 para vivir el recital sin apuros, desde una buena ubicación y con la entonación merecida.
Sin embargo mis otros dos camaradas, para quienes el recital era lo mismo que comprarse un Combo 2, creían que no valía la pena ir con tanta anterioridad y que si llegábamos sobre la hora nada malo podría sucedernos.
Con Grulla, pensamos que sería mejor ir en Taxi para no perdernos en el camino (estábamos en Nuñez y teníamos que llegar a Caballito) ni tener problemas de estacionamiento.
El señorito Ricardo quería ir en su automóvil a toda costa sin entrar en razones, y contaba con el apoyo de su secuaz. Lo cierto es que, luego de interminables vueltas para estacionar en un lugar decente y caminar al menos diez cuadras, cuando estábamos por llegar a una de las vallas policiales escucho el grito enfervorizado de los fieles. Los primeros acordes de M.F.C comenzaron a sonar puntualmente y yo corría desesperado por calles desconocidas, repletas de peligrosas fieras hambrientas, en busca de una entrada al templo.
Alcancé a entrar al estadio en la mitad del segundo tema (Save You), y cuando comenzó el tercero (Hail Hail) recién logré acomodarme.
La rabia nubló mi pensamiento (Lukin), estuve a punto de perder el control, y en consecuencia el disfrute del recital. Pero como aquella era una expresión máxima de fe, y no había repetición posible, la sabiduría se disfrazó de música y mis venas se inflamaron de recuerdos. Cada nota traía consigo un momento de mi vida. Años de pelo largo y de días ilimitados. Ahí estaba, ¡yeah!, con todo el futuro por delante (Go), ningún sueño roto (Better man), la velocidad al máximo (Evenflow), piloto automático, las reglas claras, sin presión en la nuca (Given to fly) y los ojos cansados sobre la pantalla de una computadora (Elderly woman venid the counter in a small town). Ahí estaba, yo, el máximo exponente de la creación (Jeremy), una consecuencia de la lujuria en el camino de la redención (Daughter), subido al altar de los condenados saboreando el néctar que los dioses me habían preparado. ¡Hey, ahí estaba! (Alive) Yeahhhhhhh!!!
El poder de McReady (Porch), el influjo de su guitarra, de las seis cuerdas arrolladoras.
Me deslizo en el mercurio, me arrastra suave como olas hacia la orilla.
La hipnótica voz (Black) de Eddie. Los dientes apretados (Do the evolution) y la mirada llena de confusión (Animal). Todo estaba ahí y ahí estaba yo, sumido en el más maravilloso estado de devoción. (Yellow Ledbetter) Amén. Sí, amén, por los ríos de lava que siguen y siguen corriendo en los estómagos de los corredores de bolsa. Amén. Por todo el pelo que se le cae a los ministros de economía. Amén. Por los que venden los sueños y regalan el alma por unas pocas monedas y una seguridad que no existe. Amén. Sean todos ellos bendecidos e iluminados. (Whipping) Sean todos ellos recibidos cuanto antes por las sagradas notas de la tentación. Amén. Amén. Amén. Por todos ellos, simples condenados a la ceguera estúpida que producen las cosas demasiado brillantes (Corduroy) Amén. Por ti, por mí, por nosotros que estamos aquí abajo, unidos mientras todo esto dura lo que se supone que tiene que durar (Insignificance). Amén. Peral Jam tocó en Buenos Aires. Ahora es tiempo de colgar mi leñadora y esperar a las polillas.

martes, noviembre 22, 2005

EL PORNOSHOW NO DEBE CONTINUAR

El sueño adolescente de tener una banda de rock se concretó tarde. Tenía 24 años y aún conservaba la suficiente inocencia como para componer canciones con los pocos acordes que conocía en la guitarra. Tampoco era un buen cantante. Gritaba mucho, me quedaba sin voz frecuentemente (a causa del whisky barato, el cigarro y los repentinos vómitos producto de un estado nervioso fuera de control) y me rechinaban los dientes en los ensayos a causa de los platillos.

Lo cierto es que pese a toda razón, el escenario me llamaba a los gritos. El muy hijo de puta clamaba por mi sangre. Como si fuera la arena de un circo romano y yo un debilitado gladiador que debía servir al emperador del rockandroll.

El entretenimiento te cuesta la vida, y el que piense lo contrario sólo se disfraza de payaso en los velorios de parientes lejanos. El verdadero payaso llora apenas baja del escenario y sólo se le ilumina la sonrisa diabólica cuando un haz de luz lo sigue paso a paso por la infinita tarima del universo. Lo mismo sucede con los gladiadores y los toreros. Todos entregan la vida por una razón externa conocida y por una pasión interna que aún permanece oculta y sólo la reconocen quienes la saborean cada madrugada de angustia y desesperación.

Las cartas estaban en la mesa. No éramos cuatro ases, ni siquiera cuatro reyes, ni jotas… éramos 4 cartas con el 2 bien grande en el centro.
2001: Pornoshop estaba lista para salir al ruedo.
El baterista coqueteaba con la cocaína y jamás llegaba a las pruebas de sonido.
El guitarrista tocaba intoxicado por la marihuana y un sudor descontrolado se aparecía como un tsunami en la guitarra. Los dedos rara vez encontraban el lugar adecuado en los punteos.
Un cantante que a duras penas se mantenía en pie y un bajista que… bueno, lo del bajista es un ejemplo al mérito. El tipo siempre estaba acicalado y bien peinado. No sé como lo lograba pero era el más normal de los cuatro (generalmente es así, las razones aún permanecen ocultas. Es un interesante cuestionamiento)
Un día el baterista se fue a vivir a Manchester. Podríamos decir que fue la primera gran crisis de la banda y el inicio de la decadencia de un imperio que jamás pudo alcanzar su apogeo.
La primera etapa de Pornoshop se había cerrado. Pese a todo esto recuerdo con gran cariño ese período. Quizás el de mayor ebullición creativa.
La inocencia lo era todo. Sin embargo con el tiempo y los cambios en batería y guitarra (que bien vale destacar dotaron de mayor tecnicismo a la banda) el brillo se fue perdiendo y la vaga imagen que cada uno tenía del otro terminó por esfumarse por completo. Aún así creo que compusimos buenas canciones.
A mí particularmente me gustaba mucho R.O.S (Residuo Onírico Salvaje).
Tenía una larga introducción con ciertas reminiscencias orientales.
Sobre la canción, qué decir. Era sencilla y poderosa. Como mil sueños mezclados entre sí al despertarse una mañana cualquiera. Un eterno estado de confusión.
No tengo dudas que nuestras experiencias lisérgicas jugaron un gran papel en la composición de las letras y en las estructuras de las canciones, que a pesar de ser simples, siempre tenían algo que las destacaba y que cortaba el ritmo. La música te llevaba a un lugar sombrío para, al menos una vez, degustar el dolor y la desesperanza.

Canciones de esa época: Cementerio de Modelos, Residuo Onírico Salvaje, Paradise, Del water a la cachimba, Deslizándome entre las vacas, Sintaxis, Kailua y Esclavos Cibernéticos, Hey Charles (homenaje a Charles Bukowski) y Lo use de rampa.

Quienes hayan compartido esa etapa reconocen a la perfección lo que estoy escribiendo.
Perdidos, Plaza Mateo, Milenio, Taj Mahal, el Cubo, Unysex, Pompas, Leit Motive, Gerardo, Germán, la invocación demente de Andrés, las chicas de una noche, los amigos que pagaron la entrada, los que estuvieron en la lista, la Fiesta final que nunca fue, los fantasmas, El centro de protección de choferes, La calle Llambí, Cerro Largo, Buenos Aires, la escuela de cine, las odaliscas, todo convive en un rincón de la mente apenas tapado por delirios cotidianos llenos de ansiedad.

POST dedicado por completo a: Leche, Manlio, Nico, Eial y Demian. Fuimos hermanos mientras duró.

miércoles, noviembre 16, 2005

Qué basura, me cortaron el cable!

Han pasado varias cosas en mi vida desde el 5 de noviembre. La más notable es que hace un par de días me cortaron el cable y todo gracias a la viveza criolla de un vecino, el único que garpaba en este Melroce Place tercermundista en el que vivo, una Propiedad Horizontal espantosa, donde los únicos que la pasan bien son los hongos (y como si eso fuera poco no pagan alquiler ni GC)

Resulta que este hombre pidió la baja del servicio y le ofreció una Juana al empleado para que le deje la conexión ilegal.
El tipo le jopeó la jugada, cortó todo y se quedó con la guita. Yo, al igual que unos pibes que viven arriba, y viven de arriba, fuimos los desafortunados.
Lo peor de todo es que ya no voy a poder inspirarme para mis rutinas masturbatorias con las películas pseudoeróticas francesas de bailarinas trolas que pasan a la medianoche. Emmanuelle ha salido de mi vida y debo encontrar alguien que la sustituya.

Si estás interesada hacémelo saber a través de este medio y vemos como arreglamos un encuentro meramente sexual. Aquí les dejo una breve lista de mis defectos y virtudes.

DEFECTOS

Tengo una cama de una plaza.
Me levanto con los ojos rojos.
Me levanto con un aliento capaz de desmayar a una mula.
El flaco que comparte la Tatucera conmigo ronca mucho y las finas paredes son incapaces de aislar el ruido.
Hay arañas.


VIRTUDES

Estoy cachondo. Tengo 29 años y mi nivel de testosterona es muy elevado.

sábado, noviembre 05, 2005

Mamá, te presento a mi novia

La Derrota ha llegado hasta mis aposentos para quedarse a mi lado. La que vino sin ser invitada ahora no quiere marcharse.
Sí, así es, hoy perdí mi séptimo partido de fútbol consecutivo. Sí, han leído bien. Se trata del séptimo partido seguido que pierdo. Ya no se trata del viento en contra o de una mala conformación del equipo. Este séptimo partido ha comprobado lo inevitable, que soy yo la causa principal de este fatal desenlace.
Si alguien tiene un registro similar por favor que me lo haga saber. Cuando perdí el tercero supuse que ahí se terminaría esta mala racha. Sin embargo, no. Después vino el cuarto, luego el quinto, el sexto y hoy, hace escasos minutos, el séptimo.
A esta altura de los acontecimientos, como se lo imaginarán, ya no es bronca lo que siento, sino una poderosa angustia que me presiona el pecho y baja hasta la boca del estómago. Porque no se trata simplemente de fútbol, sino que hoy me siento derrotado en general. Es sábado a la noche, debería estar pletórico de entusiasmo, con ganas de salir a tomar un whisky, de conocer una hermosa mujer, y sin embargo lo único que quiero hacer es desaparecer. Quiero que desaparezca la angustia, el peso de la derrota, que esta maldita entrometida me deje tranquilo y en paz. Quiero olvidarme de ella. No puedo seguir sosteniendo esta relación enfermiza que me conduce hacia la nada.
Escribo esto como manera de exorcizar los demonios, sacarlos afuera de alguna manera. Quizás hoy pueda dejar a la derrota atrapada en estas palabras, adentro de la pantalla de mi computadora o de la tuya, quién sabe. Quizás hoy pueda hacerla desaparecer de mi vida. Con ella a mi lado el juego pierde sentido, simplemente porque ya conozco el resultado aún antes de entrar a la cancha.

martes, noviembre 01, 2005

Lee Fante, Viví Bandini Bamboocha

Arturo Bandini sabe como tratar a las palabras. Sabe como enfrentarse a una hoja en blanco.
Apenas llega al bar se sienta en la barra y observa todo lo que sucede alrededor.
Dos hombres se baten a duelo en una mesa de pool. Una chica vestida con jean, botas negras y campera de cuero los observa aburrida. Tiene una mancha púrpura en la frente que le rodea el ojo izquierdo.
Tres mujeres de cincuenta años aproximadamente están sentadas en la barra. Tienen la mirada perdida en la pared. Una de ellas fuma y del cigarrillo sale una fila de humo que se pierde en una de las luces.
La puerta del baño está semiabierta y el olor a pichi se confunde con el de la cerveza y la humedad.
Bandini pide un whisky y mira el reloj. Quedó en encontrarse con un reconocido escritor llamado John Fante a las 17.00 y el reloj marca las 17.30.
El cantinero se acerca y Bandini le pide un whisky escocés con poco hielo.
No hay mucho para hacer salvo esperar. El cantinero vuelve con un whisky escocés con mucho hielo.
Bandini toma dos cubitos con las manos y los tira hacia atrás de la barra adonde está la pileta. Cuando caen hacen tanto ruido que las mujeres de la barra se estremecen. Por un momento salen del sopor e inmediatamente, luego de un quejido, vuelven a perderse en la marea de alcohol y tabaco.
El cantinero se acerca y le deja un plato lleno de maníes. Algunos están blandos y otros quemados. Es como si los hubieran hecho en un horno que sólo calienta la mitad, un horno fallido, una parodia de la simetría.
La puerta del bar se abre y Bandini mira esperanzado. Quizás sea el gran escritor, John Fante, en persona. Sin embargo a través de un has de luz sólo divisa la pequeña figura de un chico que apenas alcanza los dieciocho años.
El chico se sienta al lado de Bandini y pide una Fanta.

- Hola, mi nombre es Dominic Molise, futura estrella de las grandes ligas – Dice y extiende su mano en dirección a Bandini.
- Hola, soy Arturo Bandini, aspirante a escritor – se presenta y le estrecha la mano.

El chico se muestra poco interesado ante la presencia de un aspirante a escritor, quiere hablar de pitchers y home runs. Lo saluda y recibe su Fanta en un aplacado estado de éxtasis.
Luego de tomar unos cuantos tragos, saca una pomada y comienza a pasársela por el brazo izquierdo.
La pomada apesta a pino con zorrino, y se confunde con el olor del pichí, la cerveza y la humedad.
Bandini piensa en el fin de la pureza. Prefiere no decir nada al respecto y sólo estornuda.

- ¿Diablos, qué es eso? – pregunta. – Apenas si me deja respirar.
- Estoy cuidando al Zurdo. Algún día El Zurdo será el brazo más valioso de las grandes ligas. Soy un gran lanzador, sabes. DiMaggio quedará reducido a escombros cuando me vean salir al campo de juego. Tengo talento y convicción. Y lo más importante, tengo fe, sabes, creo en el poder divino y la salvación, creo que el señor tiene un plan para mí, en breve me sacará de este barrio de albañiles y me llevará a una linda casa en las colinas, con un hermoso convertible y una linda mujer.

Mientras el chico le habla del brazo y de sueños imposibles, Bandini piensa en la mierda. Esa palabra le rebota una y otra vez adentro de la cabeza, como si fuera una de esas pelotitas de goma que jamás se detienen y que luego quedan perdidas en algún rincón de la casa.
Bandini tendría que estar hablando con Fante. Bandini debería estar conociendo al mejor escritor de todos los tiempos. No podía perder el tiempo, no podía consumir la tarde en un bar tan oscuro como las páginas de un libro cerrado, simplemente no podía.
Ese bar estaba lleno de frustración. Dominic, Bandini, los borrachos, el cantinero que lavaba las copas limpias una y otra vez, todos estaban ahí simplemente porque no tenían otro sitio mejor adonde ir. Era una tarde fría y oscura, una tarde vacía que se rinde fácilmente ante los primeros síntomas de oscuridad.
Fante no llegaba y Bandini comenzó a impacientarse. El chico no paraba de hablarle de El Zurdo y la monotonía lo estaba volviendo loco. Sacó el ejemplar de "El perrito que reía" de uno de los bolsillos del saco y comenzó a leerlo por centésima vez.
Cada vez que lo hacía se sentía todo un escritor. Si le habían publicado un cuento era porque tenía talento. Con ese as en la manga podía escribir una novela, y después, sí, tendría un lugar entre los grandes, entre la E de Esquilo y la G de Goethe.
El chico se acabó la fanta y pidió otra. Estaba contento porque faltaba poco para la llegada de la primavera y eso significaba el deshielo de los parques y la vuelta a los entrenamientos.
De pronto la puerta se abrió y de allí surgió una inconfundible figura. Era el mismísimo Hank Chinaski acercándose a la barra como si fuera un orangután. Apestaba a encierro y tenía la mirada puesta en el suelo.

- No te queremos más por aquí – lo amenazó el cantinero.
- Dame una cerveza – dijo Chinaski – ya es tarde y no me siento bien.
- No después de la última vez, tuvimos que cambiar los dos vidrios del frente.
Chinaski no dijo palabra y se quedó mirando al chico.
- ¿Y tú quién eres?
- Dominic Molise señor, ése es mi nombre, tengo 17 años y en breve estaré en las grandes ligas, sabe, tengo talento.
- Joder que eres feo, chico, eres tan feo que es como si me mirara al espejo.
Bandini lanzó una carcajada.
- ¿Y tú quién eres? – preguntó otra vez Chinaski, en esta ocasión hacia su derecha.
Arturo Bandini.
- ¡Maldición! – exclamó – Creo que me equivoqué de bar.
- Disculpe señor Chinaski, ¿conoce usted al escritor John Fante? - preguntó Bandini.
- Mmm… Fante… veamos… creo que… Fante, Fante… mmmm… No, no sé quién diablos es. ¡Malditos maricones!

Chinaski dio media vuelta y se lanzó hacia la calle refunfuñando y maldiciendo hacia los costados. Uno de los jugadores de pool se percató de ello y si no fuera por la chica de la mancha púrpura el altercado hubiera pasado a mayores.
Dominic se acabó la Fanta, dejó unas monedas sobre la barra y también se marchó.
Sin la luz del día, el bar estaba en penumbras. Sólo quedaba una de las mujeres y estaba completamente dormida, con la cabeza apoyada sobre su hombro y la boca abierta, babeante y temblorosa ante los graves ronquidos.
Bandini pidió otra cerveza, y luego otra, y otra, hasta que una espesa niebla entró al bar y lo confundió todo en un inmenso vaho onírico. Allí apereció John Fante, se acercó despacio y lo lanzó todo: "Eres un gran escritor, Bandini, quizás el mejor de todos los tiempos. Me gustaría haber sido como tú, no tener tantas presiones, vagar de pensión en pensión, alimentarme durante semanas con naranjas, bañarme también con los rayos de sol que bañan las colinas de Hollywood, enamorarme perdidamente de una moza mexicana, mandar a cagar a los grandes estudios, perderme durante meses en islas, entregarme a la pasión sin remordimientos, seguir mis instintos, ser más lanzado, adorar a una hermosa mujer, idolatrarla, venerarla como a una virgen para después arrinconarla en una esquina hasta obtener sus bragas como souvenir. Oh, Bandini, Arturo Bandini, eres un condenado macarroni, llevas la sangre del norte de italia, las pecas y las grandes orejas son tu marca de nacimiento. Tu padre no te valora lo suficiente, tú le tienes lástima por ser un fracasado, tu madre vive para tus hermanos. Oh, Bandini, mi pobre criatura, mi valiente Bandini, dale duro a las teclas, ya van a llegar las mañanas calmas, los días preciosos, las tardes de largas e interminables siestas acompañado de una mujer que valore tus talentos, los atardeceres de vino y habanos en las costas de California, las noches de ardiente pasión y duro trabajo. Oh, Bandini, las ráfagas de inspiración no son nada en comparación al dedicado trabajo, a la persistente búsqueda de la belleza, lo que tienes adentro puede salir al exterior a través de las palabras, ¡aduéñate de ellas, has que sigan tus pasos y luego tú síguelas a ellas, Oh poderoso Arturo Bandini… tú me has creado, tú me has hecho un gran escritor, todo esto te lo debo a ti…"
Apenas la niebla se desvaneció, Bandini se despertó en la pensión. No tenía ni idea de cómo había llegado hasta ahí. Salió de la habitación, cruzó el pasillo y llegó hasta el baño. Allí se lavo la cara y la boca. Tomo grandes sorbos de agua. Luego vomitó y comenzó una vez más el ritual. Mojó su cara, se lavó la boca y tomó otros grandes sorbos de agua. Llegó hasta la habitación y se metió debajo de las sábanas. Tiritaba de frío. Era otra noche en algún lugar de Norteamérica, en la tierra de la libertad, donde los sueños se hacen realidad y todo es posible.
Mientras Bandini cerraba los ojos, Fante hacía lo mismo, llevándose consigo para siempre cientos de historias que jamás verían el reflejo de la luz en una página en blanco.